Lo primero es mencionar una de las diferencias cruciales entre la violación sexual que sufre una persona adulta y el abuso sexual que sufrimos siendo niñas y niños. En la mayorÃa de los casos de la violación a una persona adulta el violador huye después de cometer su delito y deja a su vÃctima abandonada. Muchas veces la persona violada nunca jamás vuelve a ver a su agresor o, si la PolicÃa lo captura, lo reencontrará en el Juzgado, donde si el juez aplica la ley será condenado.
En la mayorÃa de los casos de abuso sexual en la infancia, la situación es muy diferente: el abusador vive, con frecuencia, en la misma casa de su vÃctima y se presenta ante ella, por la posición que ocupa en la familia, en diferentes momentos y con caras diferentes.
En mi caso, mi padre, que abusaba de mÃ, se me presentaba a menudo como un padre preocupado por el bien de sus hijos, cariñoso con sus hijos y conmigo. En otras ocasiones miraba en él el rostro, la mirada del abusador. Para superar esa dualidad, desarrollé un sistema de alerta permanente. Todo mi cuerpo se ponÃa tieso, en alerta, cuando él regresaba del trabajo y trataba de esquivarlo, de no encontrarme con él.