Adrián sabe que es el raro de su instituto. Odia el fútbol y se mueve en un grupo de chicas. Desde los 11 años ha aguantado que le llamen «mariquita». Se ha curtido. «Una vez un chico me dio un balonazo en un ojo y empezó a pegarme y a insultarme», cuenta. Tras un tiempo «encerrado» en sà mismo, aceptó que era gay. TenÃa 14 años. A los 15 presentó a su madre a su primer noviete. Ahora Adrián tiene 17 y no le importa nada de lo que puedan decirle. «Si me llaman marica contesto: ‘sÃ, ¿y qué?’. Para mà ya no es un insulto». Y ha sacado su propia conclusión: «Los de mi instituto son unos inmaduros».
«Si me llaman marica contesto: sÃ, ¿y qué?», cuenta un joven de 17 años
La historia de Adrián se repite entre los chicos y chicas homosexuales. Un 57% de ellos sufre violencia escolar, según un estudio de la FELGTB (Federación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales). No todos saben salir solos del problema. Se alejan de los amigos, se aislan, empeoran sus resultados escolares.