Cuando el abuso sexual proviene del sacerdote o pastor

Cuando el abusador es un sacerdote o pastor, se agrega la crisis religiosa: ¿Dónde estaba Dios cuando era abusado/abusada? ¿Por qué no me defendió? ¿Por qué no me protegió si es todopoderoso? ¿Será que ese poder lo ejerce a favor de quienes tienen poder en la tierra, y no a favor de los y las más débiles? ¿Será que Dios no existe? ¿Será que Dios es injusto? ¿Por qué las iglesias no sólo permiten que esto ocurra, sino que además encubren y protegen al delincuente? ¿Por qué la misma comunidad se vuelve en contra de la víctima (como vimos en Chinandega el caso del P. Marco Dessi)? ¿Cómo puede ser “representante de Dios” una persona que comete semejantes atrocidades? ¿Cómo puede luego presentarse al altar, celebrar la eucaristía o pronunciar sermones que deben orientar a la comunidad?La víctima se queda en un vacío angustioso. Nada ni nadie lo/la protege. Ni siquiera Dios. No sólo su fe se ha venido al suelo, sino que el odio (que no puede volcar contra el abusador) se vuelca a veces hacia Dios o hacia sí mismo/a.

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