por Iris Hernandez
Muchas personas piensan que el Acuerdo de Vida en Pareja –AVP, es una manera de avanzar en la ampliación del acceso al ejercicio de derechos de lesbianas, trans, gays, bisexuales. Para nosotras no. Las siguientes líneas recogen algo de lo que este grupo de lesbianas feministas ha pensado al respecto.
Cosillas generales sobre el AVP
Hay cuestiones no menores en el proceso que acompañó la presentación del AVP. Por un lado está su masculinidad galopante, pues no porque se dirija a hablar de la comunidad LTGB incorpora en realidad las necesidades y/o miradas de cada identidad. De hecho fue denunciada la molestia pública de compañeras lesbianas que no fueron parte del proceso y de las instituciones y activistas que se autodenominan como históricas para iluminar la juventud de los otros implicados en las lides de la política de la diversidad sexual.
En ese escenario más que la juventud de los otros implicados y la operación de élites políticas- que es lo que sustentó la denuncia de los grupos mencionados y es algo con lo que estamos completamente de acuerdo- enfatizamos la noción de sujeto que late en el AVP: un sujeto gay liberal, clase media, urbano en donde proliferan discursos racionalistas en torno a la familia y los afectos. Si pensamos en cómo opera la exclusión, un ejercicio sencillo nos sirve para ver quien queda afuera de esta noción de sujeto:
Imaginen a un gay que adhiere al APV. ¿Cómo lo imaginaron?
¿Era pobre?, ¿Tenía VIH?, ¿Era mapuche? (se entiende que es un ejemplo y que la homoeroticidad en los pueblos indígenas dista de la construcción de los sujetos gays occidentales), ¿Era gordo?, ¿Era migrante?
Las respuestas que surgen a estas preguntas alumbran la noción de sujeto de esta propuesta y releva, porque somos lesbianas feministas, nuestra ausencia y la no relación que existe entre este tipo de proyectos con la construcción de ciudadanía y es que en democracias que lejos están de ser participativas la ciudadanía es aún tarea pública y privilegio de la masculinidad. Lo anterior nos permite indicar lo que ya las lesbianas sabemos hace mucho tiempo: la diversidad sexual o lo que llamamos gobernabilidad LTGB opera bajo lógicas de la masculinidad gay.
En fin, sigamos con el AVP, que se ha defendido como un eslabón en la lucha por la igualdad. El AVP es una figura legal de escasos alcances en el marco de la igualdad. Precisamente lo que no hace es igualar a las personas, pues actúa creando derechos especiales para las parejas de igual sexo. La diferencia entre las categorías “heTERRORsexualidad” y “homosexualidad” se traduce en la defensa asolapada que significa el AVP de las distancias jurídicas que las separan. De otra forma dicho: el AVP es ejemplo de cómo la institución heterosexual se “abuena” y da un poquito más de beneficios jurídicos, reforzándose nuevamente como la institución facultada por su superioridad para hacerlo. Lo indicado sigue inscribiendo a las personas lesbianas, trans, gays, bisexuales en un lugar de menoscabo social.
El AVP o el Acuerdo para “Avispa’os” regula significativamente lo patrimonial de una pareja. En el concepto pareja nos detenemos, pues el AVP está lejos de aceptar que existe una familia allí donde hay dos personas del mismo sexo viviendo o construyendo su futuro juntas. Así los avispa’os es poco lo que pueden aportar al debate de fondo que transgrede la connotación meramente afectiva de la diversidad sexual, por el contrario, casi no existe en los discursos que han dominado la agenda pública al respecto, un debate sobre hegemonía cultural; sobre cómo se construyen las diferencias en los patrimonios a los que pueden acceder gays, lesbianas o trans, entre otros. Así mantenemos todo en el mismo lugar. Así no vale.
Sobre el contexto AVP
El AVP es un momento peack del largo recorrido que los interesados en el matrimonio han realizado en nuestro país. En un momento en que el movimiento social exige y construye sus derechos el gobierno decide dar a conocer a la luz pública el anteproyecto. No consiguieron el efecto esperado: desestabilizar la atención ciudadana de la arbitrariedad de la injusticia social, pero es innegable que existen aspectos en el escenario que acompaña su nacimiento que son significativos.
Si bien y ¡qué bien! que el gobierno no haya logrado minimizar la atención sobre la fuerza de este movimiento ciudadano diverso, sí logró que el debate en torno a AVC sea extremadamente periférico o con cabida exclusiva en los medios masivos, de las posturas fundamentalistas de la derecha. Dichas posturas dan cuenta de los discursos y prácticas de odio que caen sobre lesbianas, sobre la diversidad sexual. Lo anterior, vale decir, es bueno desde la perspectiva del registro que la población puede hacer de la violencia, pero es malo desde el elitismo de los discursos de la diversidad sexual a los cuales se les ha dado y se les dará cabida. Esos discursos sostienen la discriminación.
El AVP en sí mismo no significa que la discriminación y la violencia que afecta a las lesbianas y a otras identidades de la llamada diversidad sexual, sea erradicada una vez que hayan firmado este contrato. El AVP no nos protege de la violencia y de la exclusión. Se puede estar bajo la protección legal que otorga y ser despedida del trabajo, o ser acosada por los discursos y prácticas de odio a la lesbiana. En este contexto es que resulta incoherente que exista AVP, pero no Ley Antidiscriminatoria.
Sin que el Estado sea garante de la no discriminación por orientación sexual e identidad de género es imposible pensar al AVP como un gran avance ¡y es que una Ley Antisdiscriminatoria bien hecha, no como la que discuten a ratos en el parlamento, sancionaría la discriminación entre parejas héteros y parejas homosexuales que plantea el AVP!
Hasta acá lo descrito resguarda la gatopardista afirmación: Cambia poco para que no cambie nada.
Sobre las regulaciones del AVP
Al leer el AVP surgen de inmediato contenidos que consideramos no están abordados y que corresponden al ámbito que este tipo de leyes regula. En las siguientes líneas nos extendemos sobre aquellos que nos parecen relevantes
• No elimina la discriminación arbitraria del Estado.
• Las parejas homosexuales siguen teniendo menos derechos que las parejas heterosexuales. Las parejas homosexuales no conforman familia. Existe un desconocimiento asolapado de la familia no hétero. Una pista contundente al respecto es que los casos AVP son abordados por el juzgado de letras y no por el de familia.
• Al ser el AVP tema de los Juzgados de Letra se establece que no haya ninguna consideración en torno a la violencia intrafamiliar que también es una realidad en las parejas del mismo sexo.
• No contempla ninguna regla relativa a filiación. La filiación es un vínculo jurídico que se establece entre dos personas en donde una es descendiente de la otra natural o jurídicamente, o sea la filiación alude a la relación entre madres, padres e hijas/os. El AVP no considera que en estas relaciones de pareja puedan existir hijas/os e implícitamente no lo permite, pues no los valida como tales. Esto por razones culturales afecta especialmente a lesbianas.
• En lo que se refiere a la herencia el matrimonio el artículo 988 del Código Civil indica que al cónyuge que sobrevive le corresponde el doble de lo que le corresponde a las/os hijas/os. El AVP plantea que “Si hay hijos, el contratante sobreviviente concurre con los hijos llevando una porción de la herencia igual a la que le corresponde a cada hijo”. De este modo vale decir que el AVP reduce los derechos de herencia del cónyuge.
• LA norma de remisión: “en todas aquellas normas en las cuales se hiciere referencia expresa al conviviente, se entenderá que dicha referencia incorpora también a los contratantes del AVP”. No hace referencia al respeto de la confidencialidad. Suena contradictorio, pero la violencia social es una realidad que no se modifica si es que el estado no es garante de la no discriminación a través de una buena ley, por lo tanto muchas parejas que no quisieran develar su orientación sexual por las consecuencias familiares, laborales u otras que pudieran tener estarían en riesgo.
• Sobre lo previsional el AVP indica “En caso que el AVP haya tenido una vigencia mínima de un año y termine por la muerte de una de los partes, corresponderá al contratante sobreviviente recibir una pensión de sobrevivencia, cuyo monto dependerá de la existencia o no de hijos del causante (similar a las reglas actuales)”. El similar que hemos ennegrecido nos indica que no estamos hablando de igualdad jurídica sino de diferencias en el ejercicio de derechos.
• Para transformarse en avispa’os se tiene que pagar por la escritura. EL AVP otorga un privilegio de pobreza, o sea eliminar ese pago cuando las personas no puedan incurrir en él. El mal funcionamiento del sistema judicial nos hace pensar que esto en la realidad será un burocrático camino que nos alerta y nos hace recordar como la clase es variable detonante de los afanes de regulación que representa este tipo de proyectos.
Finalmente es importante reiterar que no somos abogadas, pero sí vivimos la violencia por definirnos como lesbianas. Las inconsistencias del AVP son más que las que presentamos, pues este es sólo un ejercicio particular en el camino que transitamos para construir una ciudadanía pluralista radical que no haga brillar una igualdad jurídica allí donde no existe.
Ideas sin Género; Ideas de toda índole-ISIG
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Familias Diversas
Crecer en una familia formada por una pareja de lesbianas no supone ningún hándicap para el desarrollo de los hijos. Así lo confirma un estudio publicado en la revista ‘Pediatrics’, el primero en hacer un seguimiento desde el nacimiento hasta la adolescencia de niños con dos madres.
De hecho, los hijos de madres lesbianas puntuaron más alto en sus habilidades sociales y académicas, y más bajo en agresión y desobediencia que los descendientes de madres casadas con un hombre.
«Hay muchos lugares en Estados Unidos donde las parejas del mismo sexo no pueden adoptar o acoger niños», ha señalado Nanette Gartrell, de la Universidad de California en San Francisco (Estados Unidos), que comenzó en 1986 el llamado Estudio Nacional Longitudinal de Familias de Lesbianas.
Mientras que la mayoría de los que se oponen a que las parejas del mismo sexo puedan tener hijos suele alegar como argumentos valores culturales y religiosos, algunos también hacen referencia a que crecer con dos madres o dos padres no puede ser sano para un niño, explica Gartrell. Pero no hay evidencias científicas de que los padres homosexuales sean peores o mejores que las parejas convencionales, remarca la investigadora.
«No hay ni un solo estudio que haya demostrado que existen problemas relacionados con el ajuste psicológico» del niño, explica. «Las cosas que sabemos que cuentan para ser buenos padres son el amor, los recursos y estar muy involucrado en la vida de tu hijo».
Mejor en el colegio
Los nuevos hallazgos se basan en el estudio de 77 familias con niños y niñas. Los autores entrevistaron a las madres lesbianas acerca de sus hijos y después puntuaron a los adolescentes en una de las escalas empleadas desde hace décadas para analizar el comportamiento de los menores (Child Behavior Checklist). Cada uno de los chicos rellenó además un cuestionario psicológico.
Al comparar los resultados obtenidos, los hijos de parejas del mismo sexo eran más competentes en el colegio, tenían menos problemas sociales, rompían menos normas y eran menos agresivos.
Sin embargo, aquellos adolescentes que, de acuerdo con sus madres, sufrían ataques homofóbicos o bullying tenían niveles de ansiedad más altos y más síntomas depresivos que sus compañeros. «Lo que muestran estos datos es que el problema no son los padres» sino la estigmatización, ha declarado Ian Rivers, profesor de desarrollo humano de la Universidad Brunel en Uxbridge, Reino Unido.
Aunque matizó, la homofobia está en descenso. «Estamos empezando a ver cambios», señaló este experto. Existe «cierta conciencia en los colegios acerca de que la homofobia es algo inapropiado».
Sospechas que no se han hecho realidad
De acuerdo con datos recientes, en Estados Unidos hay más de 250.000 niños con padres del mismo sexo. Según Rivers, que no está involucrado en el estudio, las preocupaciones iniciales acerca de la evolución de estos menores no se han cumplido. «Estos niños no se han tenido que enfrentar a la mayor parte de los asuntos que los críticos con los padres y madres homosexuales decían que tendrían que superar», ha señalado el experto británico. «Por eso este trabajo es importante».
No está claro por qué los hijos de parejas del mismo sexo podrían tener un estado psicológico mejor que los de padres heterosexuales. Mientras que continúan los análisis de los datos, Gartrell ha sugerido que una posible razón es que las madres lesbianas han planeado cuidadosamente su maternidad y estaban preparadas para ayudar a sus hijos ante cualquier tipo de discriminación que pudieran sufrir. «Eran niños esperados, no accidentes», concluye Gartrel
- REUTERS (NUEVA YORK)
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Articulo Nª 1
Artículo cedido expresamente por ALDARTE para Ciudad de Mujeres
LA INVISIBILIDAD LESBIANA
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta la mujer lesbiana es el de su no existencia como tal. El ocultamiento y la no existencia son pautas que han marcado el mundo homoerótico femenino a lo largo de la historia Hasta donde somos capaces de entrar en la historia, ésta revela que ha existido un espeso silencio en torno al lesbianismo: es complicado y difícil encontrar datos y casos historiados sobre relaciones amorosas entre mujeres.
Históricamente costó mucho admitir que las mujeres pudieran sentirse realmente atraídas por otras mujeres. Lo normal era considerar que nada en una mujer podría despertar los deseos sexuales de otra. Y así, tanto en el derecho, como en la medicina y en la opinión pública en general se ignoraron las relaciones sexuales entre mujeres, algo que no ocurrió con las relaciones sexuales entre hombres. Por citar un ejemplo: Entre los cientos de casos de homosexualidad juzgados por tribunales laicos y eclesiásticos en la Edad media y en la Modernidad no se encuentran casi ninguno concerniente a relaciones sexuales entre mujeres.
Como cuentan algunas historiadoras, no deja de ser curioso que se borrara de la conciencia colectiva un aspecto significativo de la sexualidad femenina. Entienden que no fue una cuestión de ignorancia, de falta de conocimiento de la existencia de mujeres lesbianas, sino que se trató, sobre todo, de una cuestión a la que no se quería dar crédito.
¿Qué es lo que ha ocurrido para que históricamente la sociedad occidental haya construido una barrera impenetrable alrededor del lesbianismo’
Para contestar a esta cuestión hay que hacer referencia a una serie de concepciones acerca de la mujer como tal, la sexualidad en su conjunto y la femenina en particular, que han impedido que durante siglos se hable o se debata abiertamente sobre lesbianismo.
¿A qué ideas nos referimos?:
1. La mujer es de naturaleza inferior al hombre: hoy día puede que este pensamiento no se exprese de manera tan cruda, pero eso no quita el que haya provocado estructuras sociales y mentales que relegan a la mujer a un segundo plano respecto al hombre ó que consideran que lo femenino no tiene la trascendencia de lo masculino. Así, lo que ocurre entre las mujeres o en su mundo tiene menos importancia y no se concibe como algo serio. En consecuencia el lesbianismo ha carecido del reconocimiento que ha tenido la homosexualidad masculina. En las raras ocasiones en las que el lesbianismo se nombra en la historia de occidente, era considerado como un aprendizaje, una emulación de la sexualidad masculina, una frivolidad de jóvenes viudas y su práctica se consideraba un acto menos corrupto o grave que los actos homosexuales masculinos por lo que también estaba menos penalizado
2. La sexualidad debe seguir un modelo heterosexual, imponiéndose que sólo es normal que un chico esté con una chica y viceversa. Otras combinaciones como chica con chica ó chico con chico serán vistas como anormales.
3. La sexualidad gira en torno al hombre (androcentrismo), el único con derecho a la búsqueda del placer. La capacidad sexual autónoma de la mujer está tan constantemente puesta en entredicho que llega incluso a ser negada. La sexualidad femenina giraría alrededor de la del hombre lo que hace casi impensable la existencia del lesbianismo, ¿cómo una mujer puede sentirse atraída por otra?
4. El pene es lo importante. La famosa frase «¿qué hacen dos lesbianas juntas?» aparte de transmitir un claro prejuicio, resume a la perfección el pensamiento de muchos: si la relación entre dos mujeres carece de lo importante (el pene) entonces el lesbianismo no es una sexualidad completa; será como mucho el prolegómeno de algo hasta que lo importante aparezca.
En menor medida que hace algunos años, todavía hoy estas ideas se combinan para relegar al lesbianismo a la invisibilidad. En la medida en que socialmente no se ha roto con la idea de la sexualidad heterosexual y androcéntrica, las mujeres lesbianas cuando buscan referentes, modelos, todavía se tienen que enfrentar a una imagen excesivamente masculina de la homosexualidad.
El lesbianismo es menos conocido, menos estudiado y se le sigue dando menos importancia que a la homosexualidad masculina Este hecho lleva en muchos casos a pensar que es más fácil ser lesbiana que gay, porque de alguna manera lo que no se conoce no existe y pasa más desapercibido, sin embargo por esto mismo muchas lesbianas se ven empujadas a hacer de su orientación sexual una práctica más oculta, a vivirlo en secreto o de forma más privada que los gays.
En páginas siguientes abordamos tres facetas de la realidad lesbiana que se ven muy afectadas por la invisibilidad que rodea al lesbianismo: La autoestima, la maternidad y la ancianidad.
Articulo Nº 2
Artículo cedido expresamente por ALDARTE para Ciudad de Mujeres
LESBIANAS MAYORES
¿Dónde están las lesbianas mayores?, si hay una etapa donde la invisibilidad hace mella es en la vejez. Parece que una mujer deja de desear a otra cuando se llega a cierta edad. Nada más lejos de la realidad, no se deja de ser lesbiana porque se cumplan años, sino que es precisamente en la vejez cuando las discriminaciones y los obstáculos se agudizan.
Vivimos en una sociedad que hace de la juventud valor supremo y que relega a los ancianos / as a un segundo plano. Vivimos de espaldas a la vejez, no queriendo ver que ésta es inevitable y despojando a esta etapa de la vida de sus connotaciones positivas.
Respecto a las mujeres homosexuales ancianas de hoy, hay dos cuestiones que habría que tener en cuenta:
Tuvieron que hacer frente a su homosexualidad en la época franquista, inmersas en una coyuntura social y política que perseguía y reprimía la homosexualidad y que daba a la mujer un papel sexual secundario y reproductor.
Hoy en día se encuentran con un entorno homosexual que se mueve con otras claves y criterios diferentes a los que ellas tenían cuando empezaron a vivir su lesbianismo.
La época franquista supuso para estas mujeres vivir su homosexualidad en unas condiciones totalmente diferentes a las actuales, con mayores cuotas de miedo a la represión, más dificultades para reconocerse en si mismas y hacer realidad un deseo sexual invisible y negado.
Cuando algunas lo asumieron pasaron por una paradoja; por un lado vivieron una innegable discriminación pero, por otro, obtuvieron el beneficio que les daba la invisibilidad, que les permitirá vivir juntas y relacionarse entre ellas sin la presión social a la que se veían sometidos sus coetáneos gays. Son las grandes amigas a las que siempre se les ha visto vivir juntas.
Muchas de ellas aprovecharon la transición política y el cambio de actitudes en sexualidad para hacerse públicas o «salir del armario» y en la actualidad se enfrentan a la amenaza de que «el armario» vuelva a cerrar sus puertas con ellas dentro. Nuestra sociedad reconoce con dificultad la existencia de sexualidad entre personas mayores y si ésta es de carácter homosexual o lesbiano, no se menciona. De hecho ningún estudio sobre la vejez habla sobre la posible homosexualidad de ancianos / as. Hoy día es difícil ser mayor. La soledad y la penuria económica son importantes problemas, a los que se le une la ausencia de regulación jurídica en las parejas del mismo sexo y el no reconocimiento de esta realidad por los servicios de asistencia a los mayores.
Los cambios sociales en las formas de vivir hoy la homosexualidad, esto es, de manera más pública y abierta y con una mayor aceptación colectiva, pueden ser difíciles de asimilar por parte de quienes se han acostumbrado a vivir toda su vida en el secreto y la negación de si mismas.
El colectivo homosexual es aparentemente joven y hostil a la vejez. Los recursos y espacios de socialización para este grupo han sido diseñados sobre todo para su gente joven, por tanto no es de extrañar que el acceso de personas mayores a los mismos se vea mermado y que éstas encuentren complicado su uso. Es evidente que hacen falta espacios colectivos más ajustados a los intereses y expectativas de lesbianas y gays ancianos.
Ante todo este cúmulo de complicaciones sería lógico pensar que las lesbianas maduras ya han perdido su tren porque sencillamente a su edad ya no merece la pena la búsqueda de una sexualidad satisfactoria. TODO LO CONTRARIO. La calidad de vida de las mujeres ha mejorado sensiblemente y son muchas las que alcanzan la vejez en inmejorables condiciones físicas y mentales. Todavía hay mucho tiempo por delante y mucha vida sexual activa también. La sexualidad no es sólo para el disfrute de jóvenes y adultos, sino que nos acompaña toda la vida, por eso es importante buscar, utilizar, y hacer posible todo lo que facilite y potencie nuestro bienestar.
Articulo Nº 3
Artículo cedido expresamente por ALDARTE para Ciudad de Mujeres
«Mamá-dos» es invisible
María era ya mayor cuando sus padres se divorciaron y su madre inició una relación homosexual. No fue fácil pero un día en un grupo de estudio en el instituto María dijo: «Soy una adolescente, me encanta jugar al fútbol y mi madre es lesbiana». Al finalizar la clase, otra chica se le acercó y le preguntó: «¿De verdad que tu madre es lesbiana? Mis madres son lesbianas y nunca se lo había contado a nadie».
Las lesbianas pueden y quieren tener hijos, de hecho amar a otra mujer no significa ser estéril o ser incapaz de criar y educar niños. Muchas mujeres homosexuales ya tienen hijos, bien adoptados, bien procedentes de convivencias anteriores o en régimen de acogida. A este respecto:
La Ley que regula la adopción y la figura del acogimiento familiar (1987) no discrimina a los individuos por motivo de orientación sexual. Cualquier adulto a título individual, si cumple la condiciones de idoneidad, puede adoptar y acoger niños. El problema surge cuando una pareja homosexual quiere adoptar como tal. Esta posibilidad no se permite.
La Ley sobre Técnicas de Reproducción Asistida (1988) permite a las mujeres solas acceder a una inseminación.
Amparadas bajo estas leyes las mujeres lesbianas hace años que están adoptando niños, incluso se están otorgando niños «difíciles» en acogida a parejas formadas por mujeres.
Por otro lado, numerosas lesbianas están siendo inseminadas en clínicas especializadas sin ninguna complicación. Algunos expertos estiman que entre el 75% y el 80% de las mujeres solas y solteras que se inseminan con semen de donante anónimo son lesbianas que viven en pareja.
Se calcula que entre el 23% y el 50% de gays y lesbianas, sobre todo éstas, tienen hijos, los crían y forman con estos y con sus parejas familias basadas en el amor y el respeto. De puertas para adentro no se diferencian de cualquier otra familia, de puertas para afuera los problemas y la discriminación social y legal marcan la diferencia: Son familias no visibles.
Para la ley el niño/a es sólo de la madre biológica o adoptiva, con todos los inconvenientes que esta situación genera y con la merma de derechos que acarrea para los hijos e hijas de parejas formadas por dos mujeres. Hay derechos sucesorios y económicos de todo tipo: herencias, seguros médicos, de accidente,… que éstos no pueden disfrutar en igualdad de condiciones con respecto a los hijos de parejas heterosexuales. Por ejemplo, en los casos de separación de quienes de hecho son sus madres, el niño / a no tienen reconocido su derecho a una pensión de manutención por parte de su madre no biológica, o en caso de fallecimiento de ésta, no se le tienen en cuenta derechos de herencia o el pago de indemnizaciones si el fallecimiento ocurriera por accidente.
La vida cotidiana de las parejas conformadas por mujeres resulta extraordinariamente complicada por el hecho de que para la Ley esta pareja no exista, por ejemplo, respecto a cualquier actividad cotidiana del niño: el colegio la asistencia médica, etc.,… sólo la madre biológica o adoptiva puede tomar decisiones.
El niño/a no suele tener ningún refuerzo positivo, al contrario, tiene que pasar por estas situaciones que le recuerdan constantemente que su otra madre «no es nadie» para la Ley y tampoco para un sector de la sociedad: que su familia no es como las demás. En definitiva, afectiva y emocionalmente no está protegido por las normas. El niño crece con dos madres a las que quiere por igual porque ambas le han criado y educado, sin embargo, si la Ley no reconoce el papel de la madre no biológica, los lazos afectivos y emocionales del niño / a con aquella podrían cortarse si la madre biológica muriera. Así pues, las leyes no protegen el bienestar psicológico del niño / a. Si bien en la actualidad las leyes desasisten al niño /a cuando tiene dos madres, esta situación en un futuro va a cambiar.
Datos hay para ser optimistas:
Cada vez hay más casos de parejas lesbianas que denuncian esta indefensión legal y que reclaman inscribir al hijo que tiene como hijo de ambas.
Una parte considerable de nuestra sociedad acepta sin problemas la paternidad para parejas del mismo sexo.
Políticamente se dan pasos importantes, por ejemplo, ya existe en Navarra una Ley Autonómica de Parejas de Hecho que reconoce la adopción para parejas formadas por el mismo sexo y los partidos políticos en su mayoría ya han incluido en sus proyectos la aprobación del matrimonio para homosexuales y lesbianas con los mismos beneficios y obligaciones que en el caso de los heterosexuales.
Articulo Nº 4
Artículo cedido expresamente por ALDARTE para Ciudad de Mujeres
FORTALECER LA AUTOESTIMA
Todas las personas construimos nuestra sexualidad como respuesta a las definiciones culturales que nos rodean. Las mujeres lesbianas también La autoestima es el aprecio, la consideración que una persona siente por si misma, condicionada por un conjunto de experiencias y prácticas de vida y está constituida por:
Las creencias acerca de una misma.
Los pensamientos y los conocimientos.
Las dudas y las intuiciones.
La interpretación de lo que nos ocurre y lo que hacemos que suceda.
Las emociones, los afectos y los deseos.
Todavía persisten mecanismos sociales que enfrentan a las mujeres lesbianas a una subvaloración inicial como mujer con los obstáculos que esto acarrea:
Sentimientos de culpabilidad y deseo de legitimarse. Vivir con un secreto que excluye y provoca soledad. Tener mayores dificultades que los demás para hacer de su experiencia sexual algo positivo
Estos problemas, junto con el estigma y los prejuicios que rodean al lesbianismo, son la causa de que las mujeres lesbianas tengan que hacer un ejercicio muy laborioso para lograr una autoestima equilibrada.
Las consecuencias de una baja autoestima son:
Limitación de la capacidad de abrirse a los demás y por tanto reducción de la expresión de los deseos en general y de los sexuales en particular.
Merma de la capacidad de buscar soluciones, por tanto asunción menor de decisiones
Distorsión de la percepción y la capacidad para afrontar la experiencia sexual.
Igualmente una baja autoestima no propicia la habilidad necesaria para resolver los conflictos cotidianos sin ansiedad, sin actitudes defensivas y sin esos miedos que se van presentados por el hecho de tener una orientación homosexual no del todo asumida.
Conformadas como seres «para otros» las mujeres depositan la autoestima en «los otros» y en menor medida en sus capacidades. No es raro, por tanto, encontrar a muchas lesbianas con una baja estima de sí mismas.
¿Cómo se fortalece la autoestima?
Al concretar los deseos y hacerlos posibles en libertad. Cuando se promueve el bienestar y se impulsa y mantiene el desarrollo personal.
Al transformar las estructuras sociales, familiares e institucionales que tengan presente la diversidad de deseos sexuales y hagan posible desarrollarlos en igualdad de condiciones.