“Mi lucha es romper el silencio”

No recurre al drama ni al efecto del quiebre de voz que denota un pronto estallido de llanto convulsivo. Tampoco hay asomo de lágrimas en sus ojos claros que escudriñan todo, si no con curiosidad, con tímida desconfianza, como tratando de descubrir en el interlocutor un asomo de falsedad o burla.

Por el contrario, su voz es firme, clara y la acompaña de gestos vigorosos cuando narra con cierta simpleza inocente, una brutal realidad de miles de personas que deciden asumir que le gustan personas de su mismo sexo.

María Samira Montiel Sandino, abogada y licenciada en computación, fue noticia hace unos días.

El procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, Omar Cabezas, la nombró Procuradora Especial para la Diversidad Sexual. Su nombramiento provocó la pronta reacción de sectores religiosos que condenan este tipo de relaciones.

A ella eso la tiene sin cuidado. Lo suyo, el motivo por el cual ahora habla frente a mí con pasión y entusiasmo de sus puntos de vista, es un asunto que escapa a lo político y a lo religioso. Lo ha sabido desde que se descubrió viendo con deseos a otra mujer, y lo ha confirmado desde que decidió asumirse lesbiana.

Ella pertenece a una población que el movimiento estima en aproximadamente 600 mil personas de todas las edades y características sociales. Quizás sean los 600 mil seres más despreciados del país.

¿Cuál es su trayectoria en el movimiento de la diversidad sexual?
Como activista me tengo que retroceder a unos doce años, pero todo comenzó como una manera de reafirmarme personalmente en mis preferencias sexuales. Cuando vos vivís este proceso de asumirte como mujer lesbiana, o un hombre gay, o una transgénero, es un proceso personal profundo que requiere mucho coraje, pero al mismo tiempo descubrís que tiene sus consecuencias en el ámbito familiar y público, porque a la par que aprendés a aceptarte que no estás dentro de la norma que la sociedad ha establecido, y que sos diferente, vas descubriendo al mismo tiempo un mundo de rechazo y desprecio que te va marcando, y que te obligan, ya por defensa y por principio, a defender a los que son como vos, a la comunidad a la que pertenecés y así comencé yo mi activismo.

¿Fue difícil adaptarse a esa decisión o lo difícil fue que la sociedad se adaptara a usted?
Mirá, en principio te voy a revelar que había muy poca información de cómo vivir el lesbianismo en Nicaragua. No conocía a otras mujeres lesbianas, y todo eso te va marcando en el sentido de que dudás de cómo te van a ver o cómo vas a vivir sin otro par en tu comunidad. Uno se pregunta: ¿Qué pasa cuando uno se define como lesbiana? No es sólo el hecho de decidir acostarse con una mujer, sino de cómo te ven los demás, de cómo te sentís vos, de cómo vas a vivir así en una sociedad donde el concepto de normalidad es acomodado para rechazar a otros que no nos gustan. Una de las particularidades que ha tenido el lesbianismo en Nicaragua es que ha sido muy invisible. Es hasta recientemente que sale a luz, gracias a los esfuerzos y trabajos de los grupos lésbicos y de defensa de las opciones sexuales diferentes que las mujeres empiezan a organizarse no en plataformas políticas, sino desde sus preferencias sexuales y salir y decir: yo soy una mujer lesbiana y exijo mis derechos como ser humano.

¿Dar a conocerse de esta forma en una sociedad religiosa como Nicaragua, es una lucha o un reto?
Es una lucha, y al mismo tiempo un reto. Un reto porque lamentablemente la sociedad nicaragüense no ha sido educada para tolerar a otras personas que no comulgan con las relaciones sexuales tradicionales. Son 500 años de mentalidad conservadora. Heredamos lo peor de la cultura española como son las creencias del infierno y las prácticas del medioevo, cuando la Santa Inquisición quemaba a las personas distintas. Entonces cambiar esa mentalidad es una lucha diaria, y el reto es lograrlo y permitir que todos y todas podamos convivir con respeto a las diferencias, a como se ha logrado en otros países y en Europa principalmente.

¿Y qué es lo más difícil de esa lucha que usted menciona?
Creo que lo más duro es luchar contra la familia. Es difícil que te digan que no puedes ser así como eres, es durísimo que tu misma familia te niegue y te diga que no puede ser que hayas decidido ser así, como si la identidad sexual se decide porque sí, o como si tu decisión fuera una enfermedad mortal. Esos rechazos duelen, que te digan andate que ya no sos mi hija, o que te den la espalda cuando más necesitás, que te nieguen una mano o un hombro en que podás apoyarte, como si una dejara de sentir sólo porque aceptó un llamado natural que te indica que sos esto o sos lo otro.

Cuando una persona decide seguir ese llamado de lo natural, como usted dice, ¿qué es lo primero que valora para decir si vale la pena o no?
Lo más difícil, siempre, es asumirlo uno primero. Y es difícil porque uno sabe qué significa ser “distinto”(hace gesto de comillas con dedos índices). En Nicaragua ser diferente es ser objeto de burlas, de rechazo, de agresiones físicas y desprecios. Entonces uno dice: si yo empiezo a decir que soy gay, capaz y hasta me puedan matar, imagínate un campesino que en el campo se logre identificar como homosexual ¿Qué es lo que puede esperar? Que el papa le pegue un machetazo o que lo echen a la calle como perro. Luego viene el miedo a decirle a la familia que no somos como ellos están esperando que seamos. Si la familia, que es el núcleo principal de la sociedad, y donde supone que uno debe encontrar el respaldo para ayudarse a crecer y a aceptarse, te da la espalda ¿Qué podés esperar de la sociedad?

¿Qué se supone que hace la familia cuando alguien le dice que es lesbiana, por ejemplo?
La mayoría los echan a la calle. Poco a poco te van marginando y lastimando hasta que las personas ya heridas deciden salirse a las calles y ahí, muchas y muchos encuentran únicamente la perdición. Es inhumano, lanzan a la calle a niños inocentes que quizás lo que necesitan es comprensión y apoyo, no desprecio. ¿Cuál es el resultado? El trabajo sexual. En el caso de las mujeres heterosexuales el trabajo sexual es ya nocivo y difícil, para los transgéneros es peor, porque encima del desprecio a este tipo de labor, el rechazo social es más violento. Tienen que lidiar con clientes violentos, con una policía discriminadora, con unas instituciones públicas que las ven con asco. Con las transgéneras el ensañamiento social es inaudito e inhumano, al extremo que un médico de un hospital público te puede ver herida y agonizando, y no te atiende.

Uno de los sectores que más se opone a la diversidad sexual es el religioso cristiano. ¿Qué opinión le merecen las interpretaciones religiosas sobre el tema?
La verdad de la cosa es que referirme a los pronunciamientos religiosos es entrar en una lucha perdida. Ellos tienen una visión de ver la vida a su manera, yo no las comparto, pero tampoco voy a atacarlas. Aquí hay libertad de expresión, y de culto, y hay derechos inalienables que no discriminan por razón de género o sexo.

¿No les afecta o molesta por ejemplo el que se recurra a la religión para condenar las relaciones lésbicas, por ejemplo?
Yo quiero hacer énfasis en una situación especial sobre diversidad sexual y religión. Recientemente se acaba de concluir un estudio que se llama “Una Mirada a la Diversidad Sexual”, y una de las cosas que se trató de ponerle números en la realidad de la diversidad sexual, fue la espiritualidad de los gay, lesbianas, transgéneras, no la religiosidad, sino la espiritualidad. Y el gran hallazgo fue que a pesar del rechazo que hay de parte de las distintas iglesias y religiones, de líderes católicos o evangélicos, o de pastores y curas, la comunidad no ha perdido la fe en Dios. Seguimos manteniendo una fortaleza espiritual, igual o superior a la del resto de la población, porque si no cómo podemos explicar que nosotros podamos sobrevivir día a día en esta sociedad, en una lucha constante contra todas las adversidades que implica tener una opción sexual diferente.

Ellos dicen citando la Biblia: “maldito el hombre que se acuesta con otro hombre”.

Mirá, cuando Jesucristo vino a morir en la cruz por los seres humanos, sólo dejó un mandamiento: ámense los unos a los otros. Fue un acto generoso por amor a todos y todas. No discriminó a nadie. ¿Por qué entonces los curas o pastores discriminan ellos sin ser Jesús o Dios? El que nosotras tengamos una opción sexual diferente, más allá de cualquier credo religioso, no nos hace criminales. Lo importante en la espiritualidad es la capacidad de dar y ayudar, de amar al prójimo sin reservas o sin discriminación, y en eso la comunidad diversamente sexual ha dado pruebas suficientes de ser solidarias y honestas.

La hipocresía y la doble moral
La Iglesia Católica califica las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo como sodomía.

Sí, y hasta existía un delito con ese nombre que en el Código Penal se castigaba con tres años de cárcel, pero siempre fue una gran injusticia y una manera de criminalizar la relación lésbica-gay, porque la sodomía no era una falta penal, sino un “pecado”, y en una sociedad que se califica laica no podían existir como delitos faltas religiosas, eso es doble moral e hipocresía.
¿En qué radica esa hipocresía social según usted?
Un ejemplo. Aquí hay malos padres, borrachos, violadores, golpeadores de sus parejas y desobligados con sus hijos. Y a ellos no veo yo un cura o un pastor diciéndoles que son una aberración. No les niegan las entradas a los hospitales, y como sus abusos los cometen en el seno de la familia, nadie más afuera lo sabe y ese hombre es visto como un ciudadano modelo. ¿Cómo es posible que la sociedad permita eso y lo tolere? ¿No es hipocresía social condenar a una mujer que se enamora de otra mujer, pero no condenan al hombre que viola a una mujer o peor aún, a una niña?

Usted acaba de ser nombrada Procuradora de la Diversidad Sexual. Se supone que va a luchar por los derechos de esta comunidad. ¿Cómo va a lograrlo si el Estado mismo que la nombró es uno de los principales violadores de esos derechos?
Yo veo un gran paso del Estado en avanzar en la búsqueda de los derechos de nosotras y nosotros los diversamente sexuales. Y mi principal tarea es hacer visible la comunidad. Es romper el silencio. Eso incluye romper el silencio institucional, por ejemplo, de la Policía respecto de nuestros derechos. Nosotros no somos un grupo cualquiera, somos un movimiento social que está ligado a los derechos humanos, y la Procuraduría de los Derechos Humanos, consciente de que nuestra lucha es por nuestros derechos, me nombró y trata con ello de romper el silencio sobre nuestros derechos como nicaragüenses y seres humanos iguales ante la ley.

Hay quienes esperan que ustedes promuevan el matrimonio gay y la adopción en familias formadas por personas del mismo sexo ¿Cuál va a ser la agenda de la procuradora de la diversidad sexual?
No, esos temas son apenas cosas específicas que no se han empezado a discutir. Aquí hay cosas más de fondo que hay que resolver. Por ejemplo, aquí deben existir normas de respeto de las instituciones públicas sobre los derechos de las personas con opciones sexuales diferentes, normas que protejan a los empleados de discriminación o despidos por motivos de su sexualidad, leyes que garanticen que se aplique la justicia por igual para quien agreda físicamente a una mujer, o un hombre, sin perjuicio de sus identidades sexuales.

¿Usted se da cuenta de que van a encontrar mucha resistencia social a su trabajo?
Siempre lo he sabido, y siempre he encontrado resistencia a que me acepten como soy. No es algo nuevo a lo que voy a enfrentarme, de hecho es algo a lo que voy a enfrentarme toda la vida, y eso me fortalece.

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