Adriana apresurada intentaba terminar de maquillarse con un espejito, que colgaba de la columna del patio del hotel, comprado en las baratijas de Once.
– ¡¡Esta noche quéâ¦vamos a trabajar!!
– Pero marica es navidad
¿cómo es la navidad de las travas? Mientras la gente corre presurosa llenando sus carritos de supermercado para atiborrarse de comida Adriana sigue maquillándose llenando de luces de colores sus tacos de acrÃlico, colgándose todas las guirnaldas posibles, agarrando la cartera más grande con luces de neón llena de campanitas, llena de estrellas, para ir a pararse a la misma esquina que por esa noche se verá más iluminada que el propio árbol del Rockefeller Center, sÃmbolo del capitalismo navideño, esperando la llegada del niño dios colla que tuvo que dejar en alguna montaña de su norte natal.
Aunque sea por un instante la haga sentir la más afortunada de todas.
Aunque sea por ese instante no será la AntÃgona de las travestis que recorre hoteles, comisarÃas, burdeles, con todas sus muertas. Esa noche no dolerán las siliconas de pobres que tuvo que inyectarse, sólo por ese instante no dolerán los golpes, los sucios calabozos, las burlas, los insultos, los desprecios.
Aunque sea por ese instante desaparecerán los códigos contravencionales y de falta que criminalizan su existencia.
Aunque sea por ese instante no habrá tetras baratos que calienten el cuerpo para soportar la jornada prostibularia. Aunque sea por ese instante el mundo enmudecerá y no habrá insultos de trava, travesaño, trabuco, hombre vestido de mujer, mascarita sidótica, simulacro, colita, parecida, transfor..