No respetar derechos humanos institucionaliza la injusticia

La lucha contra las violaciones de derechos humanos se dificulta cuando es el Estado quien no respeta y defiende esos derechos, a pesar de que, muchas veces, firman tratados internacionales que los obligan.
Cuando alguien viola a una mujer, se enfrenta a consecuencias penales y al rechazo colectivo. Y también quienes explotan a niños, secuestran, torturan o despojan a pobres. Así ocurre también con otros delitos, casi siempre graves violaciones de derechos humanos. Pero no hay rechazo y menos aún condena cuando son los Estados (en realidad, quienes encarnan sus poderes políticos) los que violan derechos humanos por acción, complicidad, omisión o incumplimiento de sus compromisos.
La legislación internacional de derechos humanos que Naciones Unidas elabora y promulga obliga tanto como las leyes de cada estado. El problema surge cuando los Estados no cumplen con su obligación de respetar y defender los derechos humanos, como han firmado y ratificado.

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