¿Qué es lo que realmente quiere Dios?

  
Por: Chuy Tinoco.
«Donde tenemos razón no pueden crecer las flores»
Yehuda Amijai
Poeta israelí­.
 
El sentido de este breve texto es con la intención de tender un puente de diálogo en un conflicto que puede llegar a ser mayor. Puede derivarse en un próximo panorama polí­tico en la pérdida de derechos civiles, polí­ticos, culturales y sexuales de quienes habitamos este paí­s. Esto debido a que en el actual horizonte electoral con el fin de conseguir a los votantes y tener un mayor poder polí­tico y económico los interesados en ser gobernantes hacen una serie de propuestas que muchas veces van en contra de los derechos humanos, contra la misma democracia y el propio estado.
 
Golpe al estado laico Hemos visto como el estado en algunos lugares del paí­s ha fracasado o ha sido borrado principalmente por el crimen organizado (por ejemplo en Ciudad Juárez); lo que nos muestra que el mismo estado es vulnerable a otro tipo de factores, muestra que el mismo estado puede ser infiltrado, golpeado y transformado o devastado y perder su sentido de protector y defensor de los derechos que a sus habitantes le pertenecen. Pero este golpe al estado y a su esencia de salvaguarda de los derechos de quienes constituyen un pueblo; no sólo puede venir del crimen organizado, el golpe al estado también puede venir de grupos llenos de poderí­o económico, polí­tico, partidario, grupos con la capacidad de torcer el sentido de justicia, legitimidad, autonomí­a, libertad y dignidad de las personas. Grupos religiosos fundamentalistas que se han venido colocando en los escalafones del actual estado mexicano y que desde ahí­ negocian lo que «debe ser el estado».
 
El puente al que me refiero es al diálogo con la sociedad y todos sus componentes, incluyendo al clero y al mismo estado. Dice Amos Oz, escritor Israelí­, reconocido intelectual comprometido con el proceso de paz en el medio oriente, en su libro «Contra el fanatismo» que la actual crisis del mundo, no es consecuencia de los valores. «Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo, entre fanatismo y pluralismo, entre fanatismo y tolerancia».
 
Para la iglesia católica y algunas otras iglesias, la homosexualidad, el lesbianismo, la transexualidad, la bisexualidad y la autonomía, la libertad para que sean las mismas mujeres quienes decidan sobre su propio cuerpo, que sean las propias mujeres quienes decidan si quieren o no tener hijos; no son naturales y no debieran de existir. Pues estos actos contradicen sus preceptos bíblicos y de fe.
 
Para estos grupos religiosos hay una severa ofensa al concepto de vida, de naturaleza, de humanidad, de moral y de Dios. Y esta severa ofensa desde su percepción se traduce en una severa carga de desprestigio, en una rigurosa defensa de lo que para estas religiones es lo correcto y lo legitimo. El problema más grave radica en el grado de severidad con el que enjuician a quienes se proclaman del otro lado, es decir, quienes se asumen como «eso» con lo que algunas religiones no están de acuerdo. Y esa severidad propagada por «los poseedores de la verdad absoluta» se vuelve odio y persecución. Incluso en las formas más legales y aceptadas.
 
De lo cual tenemos varios ejemplos. ¿Cómo un paí­s puede sufrir un golpe de estado religioso? Hay 9 paí­ses con leyes que criminalizan con pena de muerte la homosexualidad. Uganda, Afganistán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Mauritania, Nigeria, Sudán y Yemen. Y alrededor de 80 paí­ses mantienen penas de cá¡rcel, tratamientos psiquiátricos, flagelación etc. Hací­a quienes se declaren o se sospechen sean homosexuales.
 
A parte de estos 9 paí­ses la enorme mayoría criminaliza a las mujeres prohibiendo y argumentando como delito el que ellas quieran decidir sobre su cuerpo, sus pensamientos y decisiones. Los fanáticos piensan que el fin, cualquier fin Justifica los medios. Para los fanáticos su forma de pensar, de concebir la justicia, sus preceptos son los que deben prevalecer en el mundo por encima de la vida de algunos seres humanos, este es un rasgo muy clásico del fanatismo. Porque en el fondo o quizó no muy en el fondo creen que «nos salvan» de un determinado mal, de un determinado pecado. Y en su lucha de ser salvadores de la humanidad cometen crí­menes, genocidios atroces. En su pensamiento no sólo está el hecho de salvar a un humano, sino de que los demás aprendan, escarmienten los resultados del pecado.
 
Entonces se aprende con el castigo riguroso, duro. Inclemente como la muerte. Una de las muchas reflexiones que nos brinda Amos Oz en su estudio sobre el fanatismo y los fanáticos es esta reivindicación que constantemente busca alcanzarse «Si pienso que algo es malo, lo aniquilo con todo lo que lo rodea» ** Por lo que no es posible, es una trampa cuando la Iglesia y sus representantes dicen respetar al homosexual y sólo condenar las prácticas homosexuales, puesto que el respeto para ellos implica redimir y en ese sentido tarde o temprano pasan del no respeto a la intolerancia y optan por la extinción de lo que ellos mismos consideran que no se puede controlar (la homosexualidad) y es mejor acabar con ella, ordenando la persecución y el escarmiento a homosexuales.
«El sí­ndrome de Jerusalén» lo padecen esta ola gigantesca de fanáticos dispuesta a prender fuego a todo eso que representa un peligro, una amenaza o el mal. No son capaces de escuchar, de ponerse en los zapatos del otro o la otra que tanto critican, no conciben otra realidad, otra verdad más que la de ellos, la de sus preceptos. Y quieren influenciar y dictaminar todos los ámbitos, la polí­tica, la cultura, la educación, la familia, el matrimonio, la convivencia, la diversión, la identidad, la religión, las libertades. Erigiéndose como los únicos poseedores y conocedores de las verdaderas intenciones de Dios.
 
Amar a Dios por sobre todas las cosas
 
La supuesta autoridad moral que la iglesia católica y algunas otras iglesias y religiones pretenden tener sobre los derechos de igualdad humana y ciudadana que tienen las lesbianas y homosexuales, son cuestionados desde su visión muy acotada de la naturaleza, de la vida y de las relaciones amorosas. Hoy estas religiones cuestionan si el matrimonio entre personas del mismo sexo es algo natural, porque parten de su autoridad moral para definir la complejidad de naturaleza y de humanidad. Para definir cómo debe ser un hombre y cómo una mujer. Son incapaces de abrirse y analizar la heterosexualidad obligatoria como un sistema amoroso sí­, pero también económico, sexual y cultural que se ha impuesto.
 
Son incapaces de al menos escuchar como el sistema de explotación heterosexual se ha adueñado del cuerpo y el trabajo de las mujeres.
 
Debaten si con la homosexualidad se nace o se hace, porque se niegan a pensar y cuestionar la heteronormatividad que rige la cultura en la que hemos crecido y que es desde un sistema heterosexual que ellos se están definiendo respecto al mundo. No ven lo cuadrado de su visión de mundo. Y ante la incapacidad de argumentos, de escuchar y aceptar lo diferente, se imponen desde esa supuesta superioridad moral que ostentan estas iglesias, para señalar lo bueno y lo malo, con un simplismo que raya la ignorancia. En nombre de Dios, pasan sobre todos los seres humanos, sobre sus derechos y libertades, imponen a sus feligreses, a los medios de comunicación, gobiernos, escuelas, familias, a la sociedad, su limitada definición de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto al mismo tiempo que los integrantes de estas iglesias se hacen inmunes, incuestionables por los actos horrorizantes que han hecho en su misión de evangelización (colonización) y de «instaurar el reino de Dios en la tierra» (como lo define en sus principio el Yunque). El fanático odia a quienes han cambiado, porque él no puede cambiar y no acepta el cambio hací­a lo diferente, pero ellos siempre quieren cambiar a la demás gente. Pretenden ostentar la autoridad de guiar el camino de un pueblo, no de unos cuantos sino de un pueblo completo, cayendo en un desesperado autoritarismo donde quien rompa la norma de sus preceptos, está condenado, y fuera del reino que les han prometido; pero no sólo basta con que los y las desobedientes se quede fuera, estos fanáticos agregan al castigo de estar fuera la persecución, sin importarles que esa castigo le cueste la vida a esa o esos disidentes.
 
En esa contrariedad de que es Dios y no la vida de las personas que habitan la tierra quienes importan, la religión y la iglesia como institución se contradice entre algunos supuestos principio que son la vida, el respeto y el perdón. Pues todo lo que es disidente a su fe, lo estigmatiza, lo criminaliza y promueve su castigo incluso con la muerte. ¿Acaso basándonos en sus mismos preceptos de humildad cristiana los obispos no han caí­do con sus á­nfulas de superioridad moral en una contradicción? al no respetar otro pensamiento y así­ romper toda posibilidad de acuerdo sobre un tema vital para la convivencia social. O es que lo único que buscan en imponer su idea sobre todas las demás, ¿Es ese el significado de amar a Dios por sobre todas las cosas, no es eso un espí­ritu de guerra, de violencia contra quienes hemos decidido vivir con las leyes del estado laico? ¿En este paí­s es o no el estado laico un derecho? La esencia del fanatismo reside en obligar a los demás a cambiar. Dice Amos Oz «Esa tendencia de mejorar al vecino, de hacer ingeniero al niño, de enderezar al hermano en vez de dejarlo ser «el fanático a menudo está más preocupado por los otros que por sí­ mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte, liberarte del pecado, del horror». La meta de Bin Laden en aquel ataque a los Estados Unidos el 11 de Septiembre, no era acabar con ese paí­s, era salvar sus almas y las almas de todo el mundo, liberarnos de nuestros aciagos valores: del materialismo, del pluralismo, de la democracia, de la libertad de opinión, de la liberación femenina». Todo eso según los fundamentalismos religiosos es muy pero muy perjudicial para la salud.
 
El Islam estaba golpeado por los «valores norteamericanos» y no sólo hay que golpear a occidente sino golpearlo fuerte. Hay que convertir a occidente y sólo habrá paz cuando todo el mundo se haya convertido. En esencia Bin Laden, ama a todo el mundo por eso busca redimirnos»
 **Es muy importante la lucidez de este escritor para poder entender el fanatismo religioso, el totalitarismo que se puede llegar a respirar en un estado confesionario. El grado de injusticia y de muerte que trae consigo la vuelta al oscurantismo, a la fe católica obligatoria. Pues el fanatismo además de hacer tanto daño en busca de un supuesto bien común está dispuesto a ir al extremo. Cuando escuchamos a los obispos señalar las supuestas múltiples causas de la homosexualidad, sus consecuencias y su vehemencia por cambiar a homosexuales, lesbianas y transexuales, siempre, invariablemente hablan de hacerlo por «su bien» «para salvarlos» «liberarlos del pecado» y de esta supuesta comprensión van al otro extremo, la condena. Para quienes no quieren cambiar «sus instintos» les espera «la vida en pecado» «la exclusión del paraíso» «el infierno» «la excomunión». Nunca, pero nunca hay posibilidad de mediar, de establecer acuerdos entre los fanáticos religiosos y los perseguidos de estos fanáticos. O te conviertes en lo que ellos quieren o moriré¡s condenado.
 
Siempre que busquemos que prevalezca nuestra razón como única estaremos sembrando muerte y ahí­ no será posible que crezca nada. «Donde tenemos razón no pueden crecer las flores» Lo que realmente quiere Dios es algo subjetivo, donde cada quien puede aportar algo que considere debe estar manifiesto en su visión de Dios.
 
Pensar que para algunas personas la homosexualidad es algo que a Dios no le importa, es una opción como lo es que el mismo Dios lo ha creado como otra opción de sexualidad humana, incluso pensar que Dios es gay y hasta pensar que no importa lo que haya dicho dios porque no existe, es un componente vital para la libertad en un pueblo.
 
Poner a Dios por sobre todas las cosas y sobre todas las personas, es una idea que algunos profesan, pero no puede ser un componente de un estado. Ni tampoco puede ser una norma en una sociedad sana, civilizada.
Aguascalientes, ags.Enero de 2010, México.
** Amos Oz- Contra el FanatismoCapí­tulo 1-Sobre la naturaleza del fanatismo pág-9 a 41Ediciones Siruela, S.A.Traducción de Daniel Sarasola.2003, Madrid, España

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